VII.
Época Alejandrina.
La Grecia se puede decir que había
acabado: con sus costumbres y la independencia murió el numen
creador y se apagó el fuego del entusiasmo, el fuego que daba luz y
vida a los ingenios; y las letras se fueron a otro cielo que les
ofrecía nuevo favor y amparo.
Fueron allá: pero era otro cielo,
como hemos dicho, y otro suelo asimismo, otros hombres, otras
costumbres, otras opiniones, otras leyes; y hubieron
de acomodarse a la nueva condición, y fueron otras también, como lo
era la vida que tenían y las causas que se la daban. Homero en
la Odisea (XVII, 321) dice y lo repite Platón (6.° de leg.):
La
mitad del ser le quita
Júpiter escelso al hombre
Cuando
de la esclavitud
El triste dia le coge.
En
Atenas pues solo quedaron la retórica y la filosofía, durando allí
estos estudios bastantes siglos después, y no habiendo florecido
ningún poeta de nombre.
Ptolomeo Filadelfo, hijo del Soter
(primer rey de Egipto) que lo fue del Lago Capitan de Alejandro, se
declaró protector de los sabios y literatos, y reunió en su corte
un buen número de ellos, completó con muchos gastos y exquisita
diligencia, principalmente bajo la dirección de Demetrio Falereo
huido de Atenas, la famosa biblioteca de Alejandría (de 70 mil
volúmenes) comenzada por su padre, fundador también del Museo,
edificio magnífico donde tenían sus academias científicas y
literarias: hizo traducir al griego los
libros sagrados de los
judíos (es la traducción llamada de los Setenta}, y quiso por todo
esto ser alabado.
¿Podríase deducir de aquí el carácter
literario de la época? Así es que abundó sobre todo en poetas
(casi como la de Augusto en Roma), y estos aunque excelentes los más,
no son ya los de las épocas anteriores.
Los principales fueron
los que componían la Pleyade Alejandrina, que eran
Teócrito, Nicandro, Calímaco, Apolonio de Rodas, Homero el trágico,
Arato y Licofron. Pero procederemos por géneros (generos en el
pdf).
Apolonio, Por las obras que de ellos tenemos van a
la cabeza de todos Teócrito con sus Idílios y Apolonio con
sus Argonautas.
Este poema es en el género heroico
después de los de Homero el mejor y más apreciable que tienen los
griegos. Para nosotros carece de importancia, de interés el asunto,
y seguimos a sus héroes sin afición, con frialdad e indiferencia.
Fuera de eso pocos poetas griegos ni latinos excederán a
Apolonio en la naturalidad y oportunidad de los pensamientos, en la
sobriedad y elocuencia de los discursos cuando hablan los héroes, en
todo lo que constituye la buena poesía. Los que han dicho que
compuso su poema casi de frases de Homero, no han leído bien a
Homero ni a Apolonio: cabalmente es el poeta que menos afecta y
rebusca la frase de Homero; tiénela propia, y muy propia, lo mismo
que el estilo, no pareciéndose en nada al latino Vida que no es más
que un Virgilio desleído en los nuevos asuntos. Ni principia por el
huevo, como dice Ficker, sino por el embarque de los héroes: el
huevo aquí era la fuga de Frijo y Hele.
También han dicho que
Apolonio y otros poetas de aquella escuela quisieron rehabilitar
(como si se hubiese perdido) la lengua o lenguaje de Homero para la
poesía heroica. No es verdad: en esta poesía siempre se usó el
lenguaje y aun el dialecto de Homero; de modo que cualquier buen
poeta heroico se parecería en esto al cantor de Aquiles, y se
parecieron siempre, hasta en los últimos tiempos de la lengua.
Mas
no se crea que lo hago otro Homero. Hay en la Ilíada muchos cantos
que cada uno vale más que todo el poema de los Argonautas.
Era
Alejandrino y se llamaba de Rodas, porque los ródios,
aficionados a las letras desde que llevó allí este gusto el insigne
Esquines, estimaban a los sabios y le dieron el título de ciudadano;
y enseñó allí también algún tiempo. Dicen que fue ingrato con su
maestro Calímaco, y que le hurtó algunos versos. Lo del plagio
no se puede creer, mientras no se citen o señalen los versos que le
tomó, puesto que no los necesitaba. Y la ingratitud se redujo a
decir que solo componía poemitas ligeros, cosas de amores, obras de
poco aliento; y picado éste compuso un poema heroico intitulado
Hecale, de un episodio de la vida de Teseo, que para el interés
valía mil veces menos que la expedición de los argonautas, y por la
poesía lo que luego veremos.
Volfio (Wolfio según Andrés Piquer) dice que el de esa
crítica fue Arato. Lo cierto es que el discípulo se mandó enterrar
en el sepulcro de su maestro.
Apolonio no alcanzó al Filadelfo,
pues dicen que nació en sus últimos años o reinando ya su hijo
Euergetes de quien fue bibliotecario mayor sucediendo a Eratóstenes
(1).
(1) Hubo otro Apolonio rodio, gramático, en tiempo de
Ciceron.
Licofron, llamado por Estacio el negro y el de los
escondrijos, a causa de su impenetrable oscuridad, compuso veinte
tragedias que se han perdido, y un poema intitulado Casandra que
nadie entendía. Dicen que se conserva.
Arato, compuso otro
intitulado los Fenómenos. Trata de astronomía y se tradujo al latín
en el siglo de Augusto comenzando Ciceron y repitiendo el mismo
trabajo Ovidio y otros. Fue natural de Solos en Cilicia.
Calímaco,
natural de Cirene, hijo de una familia muy principal y antigua,
aunque ya pobre, bibliotecario mayor del Filadelfo, literato y poeta
distinguido, compuso muchos poemas que se han perdido, muchas elegías
amatorias que tampeco nos han llegado, y varios himnos, de que
se han conservado seis, con algunos epígramas. Fue maestro de
Apolonio, y el fundador (con Filetas poeta elégiaco
igualmente celebrado) de la escuela alejandrina. Según Suidas
compuso 80 libros, algunos de ellos en prosa.
El mérito de sus
obras ha sido en parte negado absolutamente, y en parte reconocido
con elogio, pudiendo todo componerse. Sus poemas heroicos no valían
nada o muy poco, y sus elegías amorosas eran muy tiernas y
elegantes. Nosotros que no tenemos esas obras
sino los himnos y
unos sesenta epigramas, y juzgándolo por ellos diremos que es buen
poeta, pero no superior a Apolonio. Hay en sus himnos uno que otro
rasgo felices, y alguno que llega al coraz´; pero demasiada
erudición mitológica y oscura, y no sé qué sabor de escuela o
digamos arte, y adulaciones indignísimas. El lector podrá ver a
Suidas para el juicio que mereció a los griegos; y para la
estimación de los latinos a Propercio (eleg. 1.a y últ. del lib.
2.°)
Nicandro, natural de Colofon en el Asia, médico y
poeta, compuso entre otras obras que se han perdido, un tratadito en
verso de los Venenos y sus remedios. La poesía no es mala. Y Ateneo
trae un largo fragmento de otro poema intitulado las Geórgicas. pero
tan viciado que apenas se entiende uno que otro lugar.
Y con
este y Arato, y un tal Dicearco menos conocido y más antiguo que
compuso un poema descriptivo de la Grecia, se dio origen a la poesía
didáctica; si no lo queremos dar a Demócrito y Empédocles que
pusieron sus sistemas filosóficos en verso, como dijimos.
Teócrito,
Siracusano, hijo de Praxágoras y Filine, inventor para nosotros del
género bucólico y príncipe en él sin competencia, compuso unos
treinta idilios de que una tercera parte son heroicos ú otra cosa, y
no por eso menos idilios, según el significado que en él y
antes en Píndaro tiene esta palabra, que es de imagen en el lírico
y de imagencilla en este. Anacreonte llamó canciones a todo lo que
compuso, y hay verdaderos idilios: como en nuestros romances
antiguos, donde hay epístolas, elegías, idilios, odas, rasgos
épicos, de todo.
Usó Teócrito el dialecto dórico nuevo o
moderno, que era el de Sicilia, y es el más dulce de todos. Por lo
demás sencillo, natural, rústico alguna vez, pero siempre gracioso
y amable, siempre encantador, siempre gran versificador y buen
poeta....¿Buen poeta?
sin igual: así han quedado sus imitadores
de todos los tiempos y lenguas. Floreció en la ol. 130. De joven
estuvo en Cos donde trató mucho a Filetas; de allí pasó a
Alejandría, y últimamente se retiró a Sicilia.
Bion,
natural de Esmirna, contemporáneo de Aristarco según Suidas, y de
Teócrito por consiguiente, cultivó el mismo género de otro modo,
que fue haciéndolo maá descriptivo, casi exclusivamente
descriptivo, adoptando igualmente el dialecto dórico por ser más delicado y más propio, y habiendo vivido también en Sicilia lo
más del tiempo. De su muerte no sabemos sino que fue de veneno.
Solo tiene tres composiciones enteras, pero finísimas y
embelesadoras: El Epitafio de Adonis, el Niño cazador, y el
Discipulado del Amor: muy cortos los dos segundos, como que solo
tienen el uno trece versos y el otro diez y seis. Casi parecen
epigramas.
Mosco, siracusano, y según él mismo dice,
discípulo de Bion en cuyo honor compuso el celebrado Epitafio o
Canto fúnebre, que se acerca al mérito del de Adonis. Tiene otros
tres idilios: El amor fugitivo o Pregon de Venus, el Rapto de
Europa, y Megara mujer de Hércules. a algunos parece menos delicado
que Bion. Puede ser; y puede ser también que lo haga la diferencia
de los asuntos; aunque el pregón de Venus con su gracia y su malicia
y aun moralidad indirecta, no reconoce ventaja a nada de lo de su
maestro.
En el gusto de estos dos poetas creen otros hallar como
un resabio de cultura demasiado estudiada. Yo la encuentro en muy
pocas partes, y no en un grado que ofenda; sino que sus composiciones
y su poesía no es bucólica, no sabe a la vida del campo, ni cabía
atendidos los asuntos; y esto es sin duda lo que los hace juzgar
finos con exceso.
Mas un crítico francés de nuestros días (M.
Pierron) ha dicho que los dos famosos Epitafios son detestables, por
falta de animación, por ser sus autores unos llorones fríos &c.
Pocos pensamientos hay en el segundo y tarda un poco a venir lo que
no es mera ostentación de dolor o más bien de estudio; pero aun
esta parte se lee con gusto por la facilidad de la versificación y
la dulzura de la poesía. Y el primero tiene la escena tiernísima de
Venus mirando morir a Adonis, abrazada con él, hablándole, y
desesperándose de no poder detener su último aliento: escena que ha
imitado el Tasso, y no mejorado, en el encuentro de Erminia y
Tancredo moribundo; como imitó también en una canción
(amplificándolo con bueno o mal gusto) el Pregón de Venus.
El
mismo dice que el menor idilio de Teócrito vale más que todo
Apolonio y todo Calímaco. No diré yo eso porque no cualquiera
idilio de Teócrito vale tanto. Si hubiera dicho que este poeta vale
más que aquellos dos juntos, y que todos los de su época, poco o
nada podríamos objetarle. ¡Pero tanto! He sentido que un hombre de
tan buen gusto y con quien estoy conforme casi en todo se separase
tanto de mí en este juicio, y especialmente en el de Bion y Mosco
(1).
(1) M. Pierron cuando vio este párrafo me escribió al
punto, y parece que en adelante distaremos ya menos en nuestra
opinión acerca del mérito de estos poetas. Está preparando una
nueva edición de su obra, y en ella (dice) se hará cargo de mi
juicio y de otras cosas que ha encontrado en mi libro. Todo esto sin
ofenderse de mi censura, antes bien dándome elogios que no hubiera
creído merecer aun a los amigos más apasionados. “Muy noble debe
de ser M. Pierron (dijo un amigo a quien enseñé su carta): muy
noble y un verdadero sabio.”
Por el mismo tiempo y poco después
florecieron Asclepíades, Aristarco y Apolodoro, entre otros, hijo
este del primero y discípulo del segundo y del filósofo Panecio:
todos ellos gramáticos y poetas, aunque solo nos ha llegado de
Apolodoro la Biblioteca o historia (en prosa) de los dioses,
héroes y heroínas. Asclepíades aun alcanzó a Teócrito y fueron
amigos; y además de literato fue médico famoso.
Cánon
Alejandrino.
Aristófanes de Bizancio y Aristarco (en tiempo de
J. y a. Cesar el 1.° y de los primeros Tolomeos el 2.°, como
que fue discípulo de Calímaco) formaron el llamado Cánon
alejandrino de los autores o escritores que reconocieron y
declararon Clásicos por las clases en que los dividieron.
POETAS
ÉPICOS. Homero, Hesíodo, Pisandro.
LÍRICOS: Los 9 conocidos.
YÁMBICOS: Arquíloco, Simónides e Hiponax.
ELEGIACOS:
Calino, Mimnermo, Filetas, Calímaco.
TRÁGICOS: Los tres
conocidos, con Yon y Aqueo.
CÓMICOS: Los ya sabidos de las tres
edades de la comedia.
HISTORIADORES: Los nombrados en su lugar,
con Anaxímenes, Calístenes y Clitarco (lo fueron de Alejandro
principalmente.)
ORADORES: los diez sabidos.
FILÓSOFOS:
Platón, Jenofonte, Esquines (no el orador), Aristóteles, Teofrasto.
(Omiten a Cebes.)
Pero este canon fue aumentado después, y hecho
y deshecho muchas veces. Dicen que omitieron a Teócrito, Apolonio y
otros por no pertenecer a las clases que distinguieron. Pero ¿cómo
no pertenece Apolonio a los heroicos, ni Tirteo a los elegíacos?
Mas esta época, si en la división material (casi) de los
tiempos acaba al entrar la siguiente, en cultivar las ciencias y las
letras dura hasta la destrucción de Alejandría y su biblioteca por
los Arabes. Porque bien fue Constantinopla un nuevo centro de
letras y de estudios desde Constantino; pero así como en Rodas
continuó la verdadera elocuencia después de acabado el nombre
griego para la dominación, así en Egipto y Alejandría, pasado el
primer espanto de la caída de aquel imperio, continuó el estudio de
las ciencias con más o menos brillo, y el de las letras según el
gusto que nació en el Museo y se extendió a todas partes fuera de
Egipto. ¿De dónde vinieron las ciencias a nuestra Córdoba?
Naturalmente al recoger las obras para la biblioteca habían de
leerlas, cotejarlas si había más de un ejemplar, notar las
diferencias en el testo, y de aquí preferir, enmendar,
corregir, esplicar, ilustrar, &c.; y nació el arte de los
gramáticos o literatos, críticos, espositores,
comentadores, lexicógrafos y cronólogos.
Entre muchos pues los
más conocidos son el citado Aristarco y Zoilo, el uno restaurador
inteligentísimo del texto en las obras de Homero, y el otro Zoilo
(¿qué título como su nombre?) del mismo poeta.
MATEMÁTICOS.
Euclides, filósofo platónico, en tiempo del Soter II, cuyas obras
nos han llegado en parte, si bien alteradas quizá algún tanto. Hubo
otro Euclides, natural de Megara y discípulo de Sócrates, muy
celebrado por su agudeza en la dialéctica.
Apolonio, de Perge en
Pamfilia, discípulo de Euclides, dejó un tratado de los Elementos
cónicos. Nosotros diríamos Secciones cónicas. Alábanlo mucho los
inteligentes.
Arquímedes (Arquimedes en el pdf), tan
desgraciado como célebre, dejó escrito un tratado que no se cree
sea el que se conserva. Fue de Siracusa, y ya se sabe lo que hizo en
defensa de su patria contra los romanos.
Ateneo, siciliano, del
tiempo del anterior o muy inmediato, escribió de las máquinas
bélicas.
Heron, alejandrino, inventó las máquinas hidráulicas,
y dejó escritas introducciones o instrucciones mecánicas. Dicen que
aplicó ya el vapor al movimiento de una rueda.
GEÓGRAFOS Y
ASTRÓNOMOS. (La geografía tardó á estudiarse entre los antiguos.
En saliendo del mundo griego y hacia la Persia, se sabía muy poco.
Heródoto hace venir el Istro de la ciudad de Pirene que es de
los celtas que están fuera de las columnas de Hércules confinantes
con los cunesios que son los últimos pueblos occidentales de Europa.
Apolonio pone las fuentes del mismo río más allá de donde sopla el
bóreas, le hace atravesar la Escitia y dividiéndolo en dos brazos
lleva el uno al mar de Sicilia por donde salen los argonautas.
Herodiano, Apiano y otros cometen así mismo algunos yerros. Y
Heródoto no creía la relación de los marinos fenicios del rey
Necao (de Egipto) que saliendo al océano por el golfo arabio
para circumnavegar la Libia, decían haber tenido el sol a su
derecha, y en dos años y al tercero volvieron por las columnas de
Hércules.)
Eratóstenes, de Cirene, el bibliotecario a quien
sucedió Calímaco, literato, geógrafo y astrónomo, llegó a
alcanzar la figura de la tierra y su menor diámetro de los polos, y
dividió el ecuador en 360 grados. ¿No admira esto? Bien que de la
figura esférica de la tierra habló ya Anaximandro, y su discípulo
Anaxímenes dijo que las estrellas se movían no sobre la tierra,
sino al rededor.
Hiparco, medio siglo después, también en
Alejandría, aunque natural de Nicea, conoció y enseñó la latitud
de cualquier lugar, y rastreó que la elíptica a se había retirado
o podía retirarse hacia el ecuador, observando la osa; fijó la
duración natural del año y los equinoccios, y señaló los
eclipses de sol y de la luna, pasando por el primer astrónomo de la
antigüedad y llamado el fundador de la ciencia.
Aristarco, de
Samos (el ya citado arriba) del tiempo de Eratóstenes, inventó el
cuadrante o reloj de sol, y conoció y dijo que la tierra giraba
sobre su eje. Lo que le valió una acusación de impiedad por el
filósofo Cleantes, (que en su última edad fue a parar a Alejandría)
aunque no hizo el mismo fin que Sócrates. ¡Siempre en nombre de la
religión! Dicen que se conserva de él un tratado en que habla de la
grandeza del sol y de la luna, y de su distancia.
Más tarde
vinieron otros. Y en fin Estrabón (Estrabon), de Capadocia,
en tiempo de a. César, geógrafo insigne y cuyo nombre es tan
conocido.
El último digno de mención es Cl. Tolomeo, egipcio
hacia mediados del siglo 2.°, geógrafo, astrónomo y cronólogo,
dejó una cronología manual, reglas manuales de cronología.
Por
unir los profesores de la misma ciencia, y por ser alejandrinos o
haberse dado a conocer en Alejandría, he comprendido en la lista o
época de este nombre a todos ellos.