X.
Últimos griegos.
No he dudado consagrarles un breve capítulo en esta
historia porque me parece cuando pienso en ellos, que los veo huir
como los genios de las letras, de aquella ciudad y antiguo destruido
reino, perseguidos por la barbarie y el fanatismo que entran a
dominarla. Ellos nos trajeron lo poco bueno que allá quedaba, y nos
recordaron unos estudios tan olvidados en occidente y nos abrieron la
puerta, y guiaron con su enseñanza. Moscópulo, cretense, (1390)
autor de algunas obras de gramática.
Crisóloras (Manuel)
constantinop., maestro de griego en varias ciudades de Italia hasta
su muerte en 1415, siendo a quien más deben las letras griegas en
occidente.
Teodoro Gaza, tesalonicense, nos tradujo a Dion de
Halicarnaso, a Teofrasto, y algunas cosas de Aristóteles y otros.
Jorge Trapezuntio. 1480.
Besarion, trapezuntio, muerto en
1472, cardenal, traductor de los Memorables de Jenofonte, y el que
halló el poema de Quinto en un convento de la Calabria.
Moscópulo,
bizantino, gramático también, como el primero, comentador de
Homero, como se dijo.
Juan Argirópulo, maestro de Angelo
Policiano, que si por el discípulo hubiéramos de juzgarle debió
ser el más docto y de más gusto de todos ellos.
Ninguna
traducción latina del griego hay tan elegante como la de Herodiano
por Policiano. Sí alguna rara vez se aparta del texto, fue descuido
o vicio de la edición que seguía.
Calcóndilas (Leónico)
ateniense (1470) autor de una historia de los turcos.
Constantino
Láscaris, (1470) gramático y escritor; maestro de Budeo en París.
Jorge Frantzes, constantinop. monje en Corfú, cronista de
Bizancio (1477).
Calcóndilas (Demetrio), ateniense, editor de
Homero en Florencia (1497): de Isócrates en Milán: de Suidas, ib.
(1491); y autor de una gram. griega.