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lunes, 26 de abril de 2021

VIII. Época greco-romana.

VIII.

Época greco-romana.

Llámase así porque comprende el tiempo que la Grecia estubo sujeta a los romanos, que fue desde la toma y destrucción de Corinto por el cónsul L. Mumio hasta la traslación de la silla del imperio a Bizancio por Constantino. Los escritores griegos de esta época, o trataron de las cosas de los romanos, o estubieron en Roma, o en fin vivieron bajo la dominación e influjo de los romanos. La mayor parte fueron historiadores; poetas, pocos y malos; y muchos sofistas, habiendo vuelto a resucitar este título que venía a significar filósofo y literato.
POETAS. Como poetas se citan Apolodoro, Escimno, Dionisio Periegeta, Babrio, Opiano y algún otro. De todos ellos se conserva alguna obra que jamás he tenido la curiosidad de leer fuera de las Fábulas de Babrio (otros dicen Babrias), que a la verdad son dignas de leerse, teniendo no sé qué aire y perfección del gusto alejandrino. Con todo la descripción de la tierra en hexámetros por Dionisio y el poema de Opiano sobre la Pesca dicen que son de muy buena poesía.
Babrio puso en verso coliámbico las fábulas que andaban con el nombre de Esopo, y hay algunas de mucho mérito. Faltan bastantes sin embargo, siendo solo 130 las que tenemos. Habíanse perdido, y el año 1840 una comisión enviada por el gobierno francés a examinar los manuscritos que se decía había en un monasterio del monte Atos, trajo una copia de ellas, y la imprimió, y después se han reimpreso en todas partes.
Del autor se sabe muy poco; solo por conjeturas se cree que vivió en Antioquía de Siria y bajo los últimos seléucidas. (Olim. 155 == 60).
Mas no debe equivocarse con un tal Gabrias (que no sé quién fue) hombre de malísimo gusto, que puso en verso cuarenta y dos fábulas reduciéndolas a cuatro versos cada una. ¡Qué valentía!
HISTORIADORES. Polibio, de Megalópolis en la Arcadia, amigo y compañero del gran Filopemen (olim. 146), magistrado en su patria y enviado de embajador a Euergetes, y luego llevado como en rehenes a Roma, fue amigo, del segundo Escipion, viajó por las Galias y España, y compuso una Historia romana desde la segunda guerra púnica hasta la destrucción del reino de Macedonia y cautividad de Perseo, en cuarenta libros, de los que solo se han salvado los cinco primeros y algunos fragmentos de los otros.
Hace del filósofo en ella: busca y señala las causas, los fines, la conexión o correspondencia de los hechos, juzga, reflexiona. Esto será muy bueno en general; y aunque es el gusto de mi tiempo o más bien la moda, no dejo de decir que ni siempre es necesario ni se deja de pecar por afectación y por decir tal vez lo que cualquiera conoce. Nunca me han gustado las historias esplicadas, y apruebo solamente algunas indicaciones.
El que más necesite, poco fruto sacará de nada.
Su estilo es de buen historiador, pero nunca me ha parecido ni puro ni elegante.

Diodoro de Sicilia, natural de Argirio en esta isla, en tiempo de a. César, viajó también mucho y escribió una historia universal hasta la olim. 180 en cuarenta libros, de la cual solo se conservan quince, y de estos solos cuatro seguidos. Gran prologuista, buen geógrafo y cronólogo, pero sin otra alabanza.
Dionisio de Halicarnaso (Caria, Asia menor) compuso por el mismo tiempo una Historia de las antigüedades de Roma, curiosa si hay otra para estas noticias; pero de veinte libros que eran, solo nos quedan los once primeros, y llegan al año 312 de Roma. La compuso para sus paisanos, y se conoce. Su estilo no es el de los antiguos historiadores griegos.
Como crítico tiene las obras siguientes:
Caractéres de los antiguos (poetas, historiadores y oradores). Comentarios sobre los retores (oradores) atenienses. - La retórica y la composición de los nombres, se disputa si son o no suyas: y aun las dos primeras nos han llegado según dicen muy alteradas. a mí no me lo parecen tanto.

Nicolás de Damasco, de aquel siglo así mismo, historiador universal y del cual se conserva muy poco.

Flavio Josefo, judío, hombre muy principal entre su gente, de la secta de los fariseos, sacerdote en Jerusalen, gobernador de Galilea por los suyos, hecho prisionero por Vespasiano. acompañó después a su hijo Tito al sitio de aquella infeliz ciudad (año 70 de J.C.) para influir si podía en los ánimos de sus hermanos. Retirado luego a Roma compuso la Historia de aquella guerra escribiéndola primero en su lengua, después en griego, dejándonos en ella un modelo comparable al mejor de cualquiera edad. En seguida compuso las Antigüedades judáicas desde la creación hasta cerca de su tiempo, y en ellas ha merecido siempre menos alabanza que en la historia. Otro Libro contra Apion sobre la antigüedad, religión y costumbres de los judíos; y un Elogio de los Macabeos, dan testimonio de su constancia y de la seguridad de su carácter. En cuanto al estilo, siempre quizá (por lo que a mí me sucede) parecerán mejor sus obras traducidas que en la lengua que las escribe. No sé que tiene su griego.
Arriano (Flavio) de Nicomedia, discípulo de Epicteto, gobernador de Capadocia, casi a mediados del 2.° siglo, escribió la Anábasis o Expedición de Alejandro al Asia, y una descripción de la India, y el famoso Manual de Epicteto recogiendo sus lecciones.

En la Anábasis y en el Manual usa el dialecto ático, en la India el jónico. Lo entendía como historiador y como filósofo, y su estilo es bastante parecido al de Jenofonte a quien se propuso por modelo.

Apiano, de Alejandría, jurisconsulto en Roma, escribió en tiempo del primer Antonino una historia romana por provincias, idea o método feliz, pero de la cual solo queda lo perteneciente a las guerras de Cartago, de España, Siria, Iliria, de los Partos y Mitrídates, con cinco libros de las guerras civiles, que es lo mejor escrito, lo que escribió con más cuidado y gusto, con más advertencia y esmero. Generalmente es sencillo y claro.

Dion Casio, senador romano, aunque de Nicea en Bitinia, escribió una historia general romana desde Eneas hasta Alejandro Severo, en 80 libros, de que apenas quedan la mitad, y los veinte últimos abreviados por Juan Xifilino monge de Constantinopla en el siglo XI. Tiene cosas buenas y cosas malas, y queriendo imitar a Tucídides (á Tucídides!) no ha imitado a nadie.

Herodiano, de Alejandría; pasó en Roma la vida y fue empleado en altos puestos: compuso una Historia de los emperadores desde la muerte de M. Aurelio (que trae muy hermosamente escrita) hasta Gordiano el Menor, que es desde el año 180 hasta el 240.
Por mi gusto le pongo en mérito el primero después de los antiguos escritores de la grande época, aunque tenga una que otra voz que las costumbres del pueblo de quien escribe le obligaban a adoptar; o el tiempo si no es lo mismo. Su estilo me recuerda siempre a Jenofonte, aunque no se equivocan.
Zózimo, abogado del Fisco en Roma, tiene en dos libros un compendio de Historia romana desde Augusto hasta los hijos de Constantino, pasando muy ligeramente en el primero y extendiéndose bastante en el segundo, o sea en lo de su tiempo. El estilo es puro, agradable y casi elegante; pero como gentil, y acérrimo y preocupadísimo, parece que no tomase la pluma sino de ira y venganza contra Constantino, proponiéndose casi exclusivamente probar que el descuido y olvido de los juegos seculares y la impiedad de Constantino son las causas verdaderas de la decadencia del imperio; y trae oráculos antiguos, &c. Se ha perdido algo al fin del libro primero, que es la muerte de Probo y el principio del reinado de Diocleciano. Y apesar de todo es autor que siento no se reimprima.

SOFISTAS. Plutarco, de Queronea (n. el año 37 de J. C.), filósofo, literato, biógrafo, que junto todo y el desempeño de tantas y tan varias obras le hacen el escritor más notable del siglo de Trajano.

Su grande obra de las Vidas paralelas de los grandes capitanes griegos y romanos está traducida a todas las lenguas, y en la nuestra desde la primera luz de las buenas letras. Sus demás obras intituladas Morales, que también son estimadas, no se leen tanto. Por lo demás sus juicios no siempre son seguros ni circunspectos; admite alguna vez noticias no bien examinadas como se vio en lo de Esquilo y más aun en lo que dice de Demóstenes y Esquines; y el estilo, bien que natural, franco y culto, no presenta la pureza de un griego siempre igual y legítimo, o digamos de carácter genuino antiguo sino a ratos.

Eliano, de Preneste en Italia, a principios del siglo 3.°, sofista ocioso que quiso ganar opinión de escritor griego, compuso una Historia varia así como la Silva de nuestro Pero Mexía, pero muy inferior en mérito, y una Historia de los animales en la que no puso más trabajo que estractar a Aristóteles. La primera contiene algunas cosas curiosas: si no ¿qué sería? Pero también se contradice fácilmente olvidando en unas partes lo que había dicho en otras. Algunos alaban su estilo; yo no sé de qué alabarlo sino es algún esmero en dos o tres historietas y descripciones.

Filostrato (el antiguo) sofista y retórico en Atenas y en Roma en tiempo de Severo, escribió la vida del embaidor Apolonio Tianeo, toda ella un tejido de fábulas y absurdos que él quizá vendió de buena fé. Las Vidas de 59 sofistas, y una Descripción de ciertos cuadros en Nápoles, que dicen es útil para la historia de la pintura.
Un sobrino suyo del mismo nombre llamado el Joven publicó una Ecfrasis, descripción o explicación, de un cierto número de estatuas que dicen no han existido nunca, siendo un mero ejercicio de retórica. No sería lo mismo la Ecfrasis de las estatuas del gimnasio Zeuxipo hecha con tanta elegancia y tan buenos versos por el poeta Cristódoro en tiempo del emperador Anastasio I (491-518), que se halla en el tomo primero de la Antología de Leipsic. (Leipzig, Alemania)

Diógenes Laercio por ser de Laerte en Cilicia, en tiempo también de Severo, escribió las Vidas de los filósofos por escuelas y como por sucesión de unos a otros en lo posible. No era él gran filósofo, pues anda muy someramente en los sistemas y aun en el carácter de hombres que pedían más advertencia; pero al fin y al cabo allá a su manera lo viene a apuntar todo. En Platón, Zenon y Epicuro se alarga hasta consagrar a este un libro entero, y a aquellos poco menos.
En el estilo no se preció de muy correcto, si no está alterado o viciado; era también poeta y bastante fácil, como lo prueban los epigramas característicos de muchos filósofos con que adorna su libro. Pone las sentencias de casi todos ellos, y copia los testamentos.

Dion Crisóstomo, sofista, estoico, perseguido por Domiciano y muy querido de Trajano, compuso 80 discursos o declamaciones, esmerándose en el estilo acaso demasiado, aun en los pensamientos. Trata de filosofía y de otras cosas. Fue natural de Prusia en Bitinia.

Elio Arístides y Máximo de Tiro, poco después, dejaron también discursos en el mismo género y gusto. El primero fue natural de Adrianópolis en Bitinia.

Luciano, de Samosata en el Eufrates, sofista, profesor primero en Antioquía, después en Atenas, después en otras partes, al fin en Roma, procurador en Egipto por los Antoninos, escribió tanto y con tanta variedad en los asuntos, que parece aguardaba solo que le ocurriese una idea para al punto ponerse a escribir sobre ella. Sus obras forman cuatro tomos regulares (de la ed. de Leipsic), y si no hay en ellos para todos los humores y gustos, hay para no cansarse de reír, o de observar y aprender, hasta el más puro estilo ático. La más leída y celebrada es los Diálogos de los muertos, ¡Cuánta sátira! ¡cuánta moral! ¡Cuánta verdad! No quería a Sócrates, y también se nota parcialidad o adulación romana en el diálogo de Alejandro, Aníbal y Escipion.
Fue hombre que a título de filósofo no tuvo escuela ni secta, y lo mismo juega con los dioses que con los hombres, con los príncipes que con los cínicos, aunque son (estos) sus héroes en filosofía, presentándonos siempre a Diógenes y a Menipo haciendo la burla a todos y como únicos verdaderos filósofos.
Tiene juguetes como el Elogio de la mosca, el Juicio de las vocales y otros. Y después de los diálogos de los muertos y de los dioses, lo que más se lee es el Sueño o su vocación y vida, y el Timon o misántropo.
Habla de los cristianos en la muerte de un tal Peregrino, a quienes desprecia como ignorantes y fanáticos; pero al mismo tiempo resulta de lo que dice un testimonio a su favor, semejante al de Plinio, en cuanto a su caridad y a la inocencia de sus costumbres. Lo de la diosa de Siria está en disputa si es suyo. a mí no me lo parece, no por el dialecto, sino porque no veo allí a Luciano en nada.

Ateneo, egipcio, sofista (190-210), autor de los Deipnosofistas (sabios en la mesa o cenando). Trata de todo lo que se puede ofrecer en una reunión de hombres muy leídos; pero perdiendo mucho tiempo sin embargo en hablar de manjares, de guisos, peces, tarros, ollas, &c. Dirán que sin él no tendríamos estas noticias: en verdad pues que si fueran solas no se hallaría en esta lista. Pero hay otras, y con ellas algunos trozos de poetas antiguos que sin él no tendríamos.

Longino, ministro o secretario y consejero de la llamada reina Zenobia de (Palmira) en su resistencia contra el emperador Aureliano, a quien lo entregó vilmente aquella ingrata mujer como víctima propiciatoria. Su tratado de lo Sublime (que es más bien de lo Bello) es lo mejor que nos dejó la antigüedad: pero desgraciadamente no nos ha llegado entero. (m. 275).
Zenódoto y Diogeniano hicieron colecciones de Refranes (siglo 3.!): Lesbónax compuso un tratado de las Figuras: Hermógenes una Retórica y unos Progimnasmas, no habiendo podido trabajar sino hasta los 25 años de edad que perdió el habla y la memoria: y Julio Polux un Onomástico (vocabulario) de voces sinónimas (siglo 2.°)
Hubo todavía otros y otros sofistas: más ¿a qué nombres inútiles? Con todo no deben omitirse los dos siguientes.
Dionisio de Tracia un siglo antes o poco más de J. compuso la primera Gramática de la lengua griega; de debiéndose extrañar que los antiguos no pensasen en componer semejantes libros porque naturalmente vienen y son inspiración de tiempos de decadencia.
Cuando todos hablan bien, nadie piensa en enseñar a nadie. Y más que el estudio de las lenguas ni ha estado ni estará nunca en las gramáticas, aun el de las muertas, sino es para sus primeros rudimentos; aunque en mi tiempo no se quiera entender y se seque a los jóvenes en las escuelas.

Hesiquio, alejandrino, lexicógrafo y cuyo léxico o diccionario nos ha llegado, no se sabe en qué tiempo floreció (quizá entre los siglos 4.° y 5.°), y le pongo aquí por no omitir un nombre más digno que algunos otros. Puede ser que estubiera mejor con los de la época siguiente; pero el ser natural de Alejandría parece que lo una más con estos.
FILÓSOFOS. Casi parece impropio este título en aquella edad: pero los hubo y no despreciables.
Aneo Cornuto, Musonio Rufo (desterrados por Neron), y el emperador M. Aur. Antonino fueron estoicos dignos de mucho respeto. Del primero se celebra un tratado de los dioses: del segundo se hallan muchos fragmentos o extractos en Estobeo, que se distinguen por la pureza y naturalidad del estilo y por la verdad práctica y juiciosas observaciones de la doctrina: y M. Aurelio escribió un Repertorio de preceptos y reflexiones a sí mismo, todo él muy bueno, sea lo que quiera después de lo presente, haya o no otra vida, acabe o dure el alma &c.; muerto este antiquísimo dogma de todo verdadero filósofo a manos de la nueva impiedad o escepticismo de aquellos siglos. Algunas dificultades que ofrece en su inteligencia, vienen sin duda de que para él una insinuación, una alusión o apunte bastaría, siendo hechos y afectos propios los que revuelve, y para nosotros ya no es lo mismo. También nos han llegado algunas Cartas.
Los neoplatónicos Porfirio discípulo de Plotin que lo fue de Amonio Saccas, autor de la secta o escuela (siglo 3.° y 4.°), y Yámblico discípulo de aquel, confundieron la doctrina de Platón y la de Aristóteles acerca del hombre, de las virtudes, del mundo y de la divinidad, pero perdiéndose al fin en las regiones de de un misticismo oscuro que tal vez daba en un panteísmo disimulado: si bien este error era mucho más antiguo y más común de lo que se cree.
El escéptico Sesto Empírico (a fines del 2.° siglo) de Mitilene, médico y filósofo, dejó dos libros, uno de las Hipotíposes pirrónicas, y otro contra los científicos y astrólogos (matemáticos). No he podido dar con estas obras. Hubo dos Sestos más, también filósofos, y uno de ellos sobrino de Plutarco y maestro de M. Aurelio.
MÉDICOS. También la medicina tuvo profesores insignes. De Asclepiades ya hemos hablado. Fue natural de Prusia en Bitinia. a él siguieron Ateneo el cilicio en tiempo de Domiciano, y Areteo de Capadocia, medio siglo más tarde, y de los cuales dicen que se conserva alguna cosa.
GEÓGRAFOS. Ya previne que pertenecían a esta época algunos de los que se nombraron en la pasada. Aquí pues citaremos al sofista Pausanias, discípulo del famoso Herodes Atico y autor de una Descripción de la Grecia, dividiéndola en comarcas, y describiéndolas como en relación de un viaje por ella. Curiosidades y noticias de sitios, pueblos, templos, monumentos, nombres y hechos históricos, faltarán bien pocas. Solo que no sabe describir con gusto y sentimiento, y a veces dice las cosas de un modo que apenas se entiende. Floreció después de mediado el 2.° siglo.