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domingo, 25 de abril de 2021

PRIMERA PARTE. I. Importancia y mérito de la lengua y literatura griegas.

PRIMERA PARTE.

I.
Importancia y mérito de la lengua y literatura griegas.

No la recomendaré por lo que todos saben y conceden, y más desde que en los nuevos planes de estudios se ha contado siempre con esta lengua; a saber, por ser necesaria para algunas ciencias y utilísima en todas. En el día, aun entre nosotros, que casi desde el siglo XVI había estado descuidada, sino olvidada, nadie duda de su utilidad: el que menos noticia tiene de ella, conoce y dice que aunque solo fuese por las etimologías de las voces técnicas de todas las ciencias debía estudiarse; y que no es lo mismo oír por esplicacion lo que significa una palabra, que entenderla en sí por las que la componen o por su origen. Ciencias hay en que la mitad del estudio está casi hecho con solo ir prevenido con el de esta lengua. Así mismo saben que es tan necesario como fácil y satisfactorio el acudir a ella para espresar perfectamente cualquiera idea nueva, la principal y las accesorias, en el progreso de las ciencias y aun de las costumbres; lo que ningún otro idioma puede hacer. Uno también debía ser, y uno común y sin envidia para todos, y es el griego; no tan difícil afortunadamente como se inferirá de muchos libros de los rudimentistas; y más de los de nuestro tiempo.
Igualmente se ha dicho, que sin la lengua griega se podrá ser buen poeta, buen escritor, pero no perfecto literato. Y si hubiese otra lengua y otra literatura mejores y de modelos más originales y escelentes, de la cual fuesen todas, y la griega con ellas, una derivación, un reflejo, una imitación en las obras, como la latina y todas las nuestras lo son de esta; aquella sería la de tan grande prez y mérito. Mas no la hay. Después o más allá de los griegos está la naturaleza, pero sola, callada, sin leyes conocidas, sin muestras ni advertencia ninguna de ellas; y los griegos fueron tan felices en su interpretación y conocimiento, como el pueblo buscado adrede, iluminado y privilegiado por la misma naturaleza para mostrársele, y que la diese a conocer y la ostentase tan grande, tan varia, tan rica y bella como es, en la duración de las edades y de las letras. Baste decir, que en la Grecia nacieron las Musas o se inventaron, que es lo mismo; no debiendo nada (en literatura al menos) al Egipto ni a la Caldea, porque nada tenían. Luz y filosofía es otra cosa.
En Egipto se sabía algo de geometría, de astronomía y medicina; pero la literatura ¿qué fue nunca? ¿Llegó a existir siquiera? Aun historia no tenían, sino tradiciones oscuras y una memoria confusamente guardada de sus reyes y de algunos acontecimientos. Historia verdadera ni la escribieron ellos ni se ha podido escribir de sus antigüedades, como es de ver en Josefo, cuya autoridad se ha querido despreciar por la vanidad de dar luz a una cronología absurda y fabulosa. Ni Platon aprendió nada de aquellos sacerdotes por más que le dijeren que los griegos eran unos niños (por lo reciente de su historia): les oyó relaciones históricas muy desatinadas, como la de la Atlantica y otras, y él las puso en sus obras concediendo con su gusto poético, y aun creyendo quizá que enseñaba algo a sus griegos. Pues los caldeos ¿qué letras comunicaron a nadie? ¿Cuándo las tubieron? Ya he dicho que luz y filosofía es otra cosa.
Repito que las artes liberales nacieran en donde se inventaron los nombres de las deidades que las protegían y profesaban, que son las Musas, hijas de Mnemósine (la facultad de la memoria), cuya hermosa ficción, toda y solo griega, nos dice el verdadero origen de la literatura.
Además los modelos griegos son los únicos legítimos y perfectos. Legítimos, porque son obra de la observación pura de la naturaleza, su expresión, su interpretación directa e imediata, y no copias ni imitaciones de otros: perfectos, porque están dentro de la verdad que forman esas mismas leyes de la naturaleza, o más bien son su misma verdad; habiendo llegado los griegos al último punto de excelencia por la disposición natural de aquellos pueblos, por el estímulo de las coronas y de la gloria en los certámenes públicos, por las instituciones y costumbres, por la belleza de la lengua, por la estimación propia y nacional de todo lo bueno; y porque los que nos han llegado son de los mayores ingenios que se han conocido, y favorecidos además y auxiliados de todas esotras causas.
Acaso a algunos parecerá que me escedo tal vez de lo justo en mis elogios o en mi censura; pero estoi seguro de la razon que sigo. Sea esta nuestra sola autoridad; y si prueban lo contrario de lo que yo digo, si me hacen ver que padezco error, que estoy engañado, que es bueno lo que tengo por malo y al contrario; entonces mudaré con ellos de opinión y reformaré mis juicios.