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lunes, 26 de abril de 2021

VII. Época Alejandrina.

VII.

Época Alejandrina.


La Grecia se puede decir que había acabado: con sus costumbres y la independencia murió el numen creador y se apagó el fuego del entusiasmo, el fuego que daba luz y vida a los ingenios; y las letras se fueron a otro cielo que les ofrecía nuevo favor y amparo.
Fueron allá: pero era otro cielo, como hemos dicho, y otro suelo asimismo, otros hombres, otras costumbres, otras opiniones, otras leyes; y hubieron de acomodarse a la nueva condición, y fueron otras también, como lo era la vida que tenían y las causas que se la daban. Homero en la Odisea (XVII, 321) dice y lo repite Platón (6.° de leg.):

La mitad del ser le quita
Júpiter escelso al hombre
Cuando de la esclavitud
El triste dia le coge.

En Atenas pues solo quedaron la retórica y la filosofía, durando allí estos estudios bastantes siglos después, y no habiendo florecido ningún poeta de nombre.
Ptolomeo Filadelfo, hijo del Soter (primer rey de Egipto) que lo fue del Lago Capitan de Alejandro, se declaró protector de los sabios y literatos, y reunió en su corte un buen número de ellos, completó con muchos gastos y exquisita diligencia, principalmente bajo la dirección de Demetrio Falereo huido de Atenas, la famosa biblioteca de Alejandría (de 70 mil volúmenes) comenzada por su padre, fundador también del Museo, edificio magnífico donde tenían sus academias científicas y literarias: hizo traducir al griego los
libros sagrados de los judíos (es la traducción llamada de los Setenta}, y quiso por todo esto ser alabado.
¿Podríase deducir de aquí el carácter literario de la época? Así es que abundó sobre todo en poetas (casi como la de Augusto en Roma), y estos aunque excelentes los más, no son ya los de las épocas anteriores.
Los principales fueron los que componían la Pleyade Alejandrina, que eran Teócrito, Nicandro, Calímaco, Apolonio de Rodas, Homero el trágico, Arato y Licofron. Pero procederemos por géneros (generos en el pdf).

Apolonio, Por las obras que de ellos tenemos van a la cabeza de todos Teócrito con sus Idílios y Apolonio con sus Argonautas.
Este poema es en el género heroico después de los de Homero el mejor y más apreciable que tienen los griegos. Para nosotros carece de importancia, de interés el asunto, y seguimos a sus héroes sin afición, con frialdad e indiferencia. Fuera de eso pocos poetas griegos ni latinos excederán a Apolonio en la naturalidad y oportunidad de los pensamientos, en la sobriedad y elocuencia de los discursos cuando hablan los héroes, en todo lo que constituye la buena poesía. Los que han dicho que compuso su poema casi de frases de Homero, no han leído bien a Homero ni a Apolonio: cabalmente es el poeta que menos afecta y rebusca la frase de Homero; tiénela propia, y muy propia, lo mismo que el estilo, no pareciéndose en nada al latino Vida que no es más que un Virgilio desleído en los nuevos asuntos. Ni principia por el huevo, como dice Ficker, sino por el embarque de los héroes: el huevo aquí era la fuga de Frijo y Hele.
También han dicho que Apolonio y otros poetas de aquella escuela quisieron rehabilitar (como si se hubiese perdido) la lengua o lenguaje de Homero para la poesía heroica. No es verdad: en esta poesía siempre se usó el lenguaje y aun el dialecto de Homero; de modo que cualquier buen poeta heroico se parecería en esto al cantor de Aquiles, y se parecieron siempre, hasta en los últimos tiempos de la lengua.
Mas no se crea que lo hago otro Homero. Hay en la Ilíada muchos cantos que cada uno vale más que todo el poema de los Argonautas.
Era Alejandrino y se llamaba de Rodas, porque los ródios, aficionados a las letras desde que llevó allí este gusto el insigne Esquines, estimaban a los sabios y le dieron el título de ciudadano; y enseñó allí también algún tiempo. Dicen que fue ingrato con su maestro Calímaco, y que le hurtó algunos versos. Lo del plagio no se puede creer, mientras no se citen o señalen los versos que le tomó, puesto que no los necesitaba. Y la ingratitud se redujo a decir que solo componía poemitas ligeros, cosas de amores, obras de poco aliento; y picado éste compuso un poema heroico intitulado Hecale, de un episodio de la vida de Teseo, que para el interés valía mil veces menos que la expedición de los argonautas, y por la poesía lo que luego veremos.
Volfio (Wolfio según Andrés Piquer) dice que el de esa crítica fue Arato. Lo cierto es que el discípulo se mandó enterrar en el sepulcro de su maestro.
Apolonio no alcanzó al Filadelfo, pues dicen que nació en sus últimos años o reinando ya su hijo Euergetes de quien fue bibliotecario mayor sucediendo a Eratóstenes (1).
(1) Hubo otro Apolonio rodio, gramático, en tiempo de Ciceron.

Licofron, llamado por Estacio el negro y el de los escondrijos, a causa de su impenetrable oscuridad, compuso veinte tragedias que se han perdido, y un poema intitulado Casandra que nadie entendía. Dicen que se conserva.

Arato, compuso otro intitulado los Fenómenos. Trata de astronomía y se tradujo al latín en el siglo de Augusto comenzando Ciceron y repitiendo el mismo trabajo Ovidio y otros. Fue natural de Solos en Cilicia.

Calímaco, natural de Cirene, hijo de una familia muy principal y antigua, aunque ya pobre, bibliotecario mayor del Filadelfo, literato y poeta distinguido, compuso muchos poemas que se han perdido, muchas elegías amatorias que tampeco nos han llegado, y varios himnos, de que se han conservado seis, con algunos epígramas. Fue maestro de Apolonio, y el fundador (con Filetas poeta elégiaco igualmente celebrado) de la escuela alejandrina. Según Suidas compuso 80 libros, algunos de ellos en prosa.
El mérito de sus obras ha sido en parte negado absolutamente, y en parte reconocido con elogio, pudiendo todo componerse. Sus poemas heroicos no valían nada o muy poco, y sus elegías amorosas eran muy tiernas y elegantes. Nosotros que no tenemos esas obras
sino los himnos y unos sesenta epigramas, y juzgándolo por ellos diremos que es buen poeta, pero no superior a Apolonio. Hay en sus himnos uno que otro rasgo felices, y alguno que llega al coraz´; pero demasiada erudición mitológica y oscura, y no sé qué sabor de escuela o digamos arte, y adulaciones indignísimas. El lector podrá ver a Suidas para el juicio que mereció a los griegos; y para la estimación de los latinos a Propercio (eleg. 1.a y últ. del lib. 2.°)

Nicandro, natural de Colofon en el Asia, médico y poeta, compuso entre otras obras que se han perdido, un tratadito en verso de los Venenos y sus remedios. La poesía no es mala. Y Ateneo trae un largo fragmento de otro poema intitulado las Geórgicas. pero tan viciado que apenas se entiende uno que otro lugar.
Y con este y Arato, y un tal Dicearco menos conocido y más antiguo que compuso un poema descriptivo de la Grecia, se dio origen a la poesía didáctica; si no lo queremos dar a Demócrito y Empédocles que pusieron sus sistemas filosóficos en verso, como dijimos.
Teócrito, Siracusano, hijo de Praxágoras y Filine, inventor para nosotros del género bucólico y príncipe en él sin competencia, compuso unos treinta idilios de que una tercera parte son heroicos ú otra cosa, y no por eso menos idilios, según el significado que en él y antes en Píndaro tiene esta palabra, que es de imagen en el lírico y de imagencilla en este. Anacreonte llamó canciones a todo lo que compuso, y hay verdaderos idilios: como en nuestros romances antiguos, donde hay epístolas, elegías, idilios, odas, rasgos épicos, de todo.
Usó Teócrito el dialecto dórico nuevo o moderno, que era el de Sicilia, y es el más dulce de todos. Por lo demás sencillo, natural, rústico alguna vez, pero siempre gracioso y amable, siempre encantador, siempre gran versificador y buen poeta....¿Buen poeta?
sin igual: así han quedado sus imitadores de todos los tiempos y lenguas. Floreció en la ol. 130. De joven estuvo en Cos donde trató mucho a Filetas; de allí pasó a Alejandría, y últimamente se retiró a Sicilia.

Bion, natural de Esmirna, contemporáneo de Aristarco según Suidas, y de Teócrito por consiguiente, cultivó el mismo género de otro modo, que fue haciéndolo maá descriptivo, casi exclusivamente descriptivo, adoptando igualmente el dialecto dórico por ser más delicado y más propio, y habiendo vivido también en Sicilia lo más del tiempo. De su muerte no sabemos sino que fue de veneno.
Solo tiene tres composiciones enteras, pero finísimas y embelesadoras: El Epitafio de Adonis, el Niño cazador, y el Discipulado del Amor: muy cortos los dos segundos, como que solo tienen el uno trece versos y el otro diez y seis. Casi parecen epigramas.

Mosco, siracusano, y según él mismo dice, discípulo de Bion en cuyo honor compuso el celebrado Epitafio o Canto fúnebre, que se acerca al mérito del de Adonis. Tiene otros tres idilios: El amor fugitivo o Pregon de Venus, el Rapto de Europa, y Megara mujer de Hércules. a algunos parece menos delicado que Bion. Puede ser; y puede ser también que lo haga la diferencia de los asuntos; aunque el pregón de Venus con su gracia y su malicia y aun moralidad indirecta, no reconoce ventaja a nada de lo de su maestro.
En el gusto de estos dos poetas creen otros hallar como un resabio de cultura demasiado estudiada. Yo la encuentro en muy pocas partes, y no en un grado que ofenda; sino que sus composiciones y su poesía no es bucólica, no sabe a la vida del campo, ni cabía atendidos los asuntos; y esto es sin duda lo que los hace juzgar finos con exceso.
Mas un crítico francés de nuestros días (M. Pierron) ha dicho que los dos famosos Epitafios son detestables, por falta de animación, por ser sus autores unos llorones fríos &c. Pocos pensamientos hay en el segundo y tarda un poco a venir lo que no es mera ostentación de dolor o más bien de estudio; pero aun esta parte se lee con gusto por la facilidad de la versificación y la dulzura de la poesía. Y el primero tiene la escena tiernísima de Venus mirando morir a Adonis, abrazada con él, hablándole, y desesperándose de no poder detener su último aliento: escena que ha imitado el Tasso, y no mejorado, en el encuentro de Erminia y Tancredo moribundo; como imitó también en una canción (amplificándolo con bueno o mal gusto) el Pregón de Venus.
El mismo dice que el menor idilio de Teócrito vale más que todo Apolonio y todo Calímaco. No diré yo eso porque no cualquiera idilio de Teócrito vale tanto. Si hubiera dicho que este poeta vale más que aquellos dos juntos, y que todos los de su época, poco o nada podríamos objetarle. ¡Pero tanto! He sentido que un hombre de tan buen gusto y con quien estoy conforme casi en todo se separase tanto de mí en este juicio, y especialmente en el de Bion y Mosco (1).
(1) M. Pierron cuando vio este párrafo me escribió al punto, y parece que en adelante distaremos ya menos en nuestra opinión acerca del mérito de estos poetas. Está preparando una nueva edición de su obra, y en ella (dice) se hará cargo de mi juicio y de otras cosas que ha encontrado en mi libro. Todo esto sin ofenderse de mi censura, antes bien dándome elogios que no hubiera creído merecer aun a los amigos más apasionados. “Muy noble debe de ser M. Pierron (dijo un amigo a quien enseñé su carta): muy noble y un verdadero sabio.”
Por el mismo tiempo y poco después florecieron Asclepíades, Aristarco y Apolodoro, entre otros, hijo este del primero y discípulo del segundo y del filósofo Panecio: todos ellos gramáticos y poetas, aunque solo nos ha llegado de Apolodoro la Biblioteca o historia (en prosa) de los dioses, héroes y heroínas. Asclepíades aun alcanzó a Teócrito y fueron amigos; y además de literato fue médico famoso.

Cánon Alejandrino.
Aristófanes de Bizancio y Aristarco (en tiempo de J. y a. Cesar el 1.° y de los primeros Tolomeos el 2.°, como que fue discípulo de Calímaco) formaron el llamado Cánon alejandrino de los autores o escritores que reconocieron y declararon Clásicos por las clases en que los dividieron.
POETAS ÉPICOS. Homero, Hesíodo, Pisandro.
LÍRICOS: Los 9 conocidos.
YÁMBICOS: Arquíloco, Simónides e Hiponax.
ELEGIACOS: Calino, Mimnermo, Filetas, Calímaco.
TRÁGICOS: Los tres conocidos, con Yon y Aqueo.
CÓMICOS: Los ya sabidos de las tres edades de la comedia.
HISTORIADORES: Los nombrados en su lugar, con Anaxímenes, Calístenes y Clitarco (lo fueron de Alejandro principalmente.)
ORADORES: los diez sabidos.
FILÓSOFOS: Platón, Jenofonte, Esquines (no el orador), Aristóteles, Teofrasto. (Omiten a Cebes.)
Pero este canon fue aumentado después, y hecho y deshecho muchas veces. Dicen que omitieron a Teócrito, Apolonio y otros por no pertenecer a las clases que distinguieron. Pero ¿cómo no pertenece Apolonio a los heroicos, ni Tirteo a los elegíacos?

Mas esta época, si en la división material (casi) de los tiempos acaba al entrar la siguiente, en cultivar las ciencias y las letras dura hasta la destrucción de Alejandría y su biblioteca por los Arabes. Porque bien fue Constantinopla un nuevo centro de letras y de estudios desde Constantino; pero así como en Rodas continuó la verdadera elocuencia después de acabado el nombre griego para la dominación, así en Egipto y Alejandría, pasado el primer espanto de la caída de aquel imperio, continuó el estudio de las ciencias con más o menos brillo, y el de las letras según el gusto que nació en el Museo y se extendió a todas partes fuera de Egipto. ¿De dónde vinieron las ciencias a nuestra Córdoba?
Naturalmente al recoger las obras para la biblioteca habían de leerlas, cotejarlas si había más de un ejemplar, notar las diferencias en el testo, y de aquí preferir, enmendar, corregir, esplicar, ilustrar, &c.; y nació el arte de los gramáticos o literatos, críticos, espositores, comentadores, lexicógrafos y cronólogos.
Entre muchos pues los más conocidos son el citado Aristarco y Zoilo, el uno restaurador inteligentísimo del texto en las obras de Homero, y el otro Zoilo (¿qué título como su nombre?) del mismo poeta.
MATEMÁTICOS. Euclides, filósofo platónico, en tiempo del Soter II, cuyas obras nos han llegado en parte, si bien alteradas quizá algún tanto. Hubo otro Euclides, natural de Megara y discípulo de Sócrates, muy celebrado por su agudeza en la dialéctica.
Apolonio, de Perge en Pamfilia, discípulo de Euclides, dejó un tratado de los Elementos cónicos. Nosotros diríamos Secciones cónicas. Alábanlo mucho los inteligentes.
Arquímedes (Arquimedes en el pdf), tan desgraciado como célebre, dejó escrito un tratado que no se cree sea el que se conserva. Fue de Siracusa, y ya se sabe lo que hizo en defensa de su patria contra los romanos.
Ateneo, siciliano, del tiempo del anterior o muy inmediato, escribió de las máquinas bélicas.
Heron, alejandrino, inventó las máquinas hidráulicas, y dejó escritas introducciones o instrucciones mecánicas. Dicen que aplicó ya el vapor al movimiento de una rueda.
GEÓGRAFOS Y ASTRÓNOMOS. (La geografía tardó á estudiarse entre los antiguos. En saliendo del mundo griego y hacia la Persia, se sabía muy poco.
Heródoto hace venir el Istro de la ciudad de Pirene que es de los celtas que están fuera de las columnas de Hércules confinantes con los cunesios que son los últimos pueblos occidentales de Europa. Apolonio pone las fuentes del mismo río más allá de donde sopla el bóreas, le hace atravesar la Escitia y dividiéndolo en dos brazos lleva el uno al mar de Sicilia por donde salen los argonautas.
Herodiano, Apiano y otros cometen así mismo algunos yerros. Y Heródoto no creía la relación de los marinos fenicios del rey Necao (de Egipto) que saliendo al océano por el golfo arabio para circumnavegar la Libia, decían haber tenido el sol a su derecha, y en dos años y al tercero volvieron por las columnas de Hércules.)
Eratóstenes, de Cirene, el bibliotecario a quien sucedió Calímaco, literato, geógrafo y astrónomo, llegó a alcanzar la figura de la tierra y su menor diámetro de los polos, y dividió el ecuador en 360 grados. ¿No admira esto? Bien que de la figura esférica de la tierra habló ya Anaximandro, y su discípulo Anaxímenes dijo que las estrellas se movían no sobre la tierra, sino al rededor.
Hiparco, medio siglo después, también en Alejandría, aunque natural de Nicea, conoció y enseñó la latitud de cualquier lugar, y rastreó que la elíptica a se había retirado o podía retirarse hacia el ecuador, observando la osa; fijó la duración natural del año y los equinoccios, y señaló los eclipses de sol y de la luna, pasando por el primer astrónomo de la antigüedad y llamado el fundador de la ciencia.
Aristarco, de Samos (el ya citado arriba) del tiempo de Eratóstenes, inventó el cuadrante o reloj de sol, y conoció y dijo que la tierra giraba sobre su eje. Lo que le valió una acusación de impiedad por el filósofo Cleantes, (que en su última edad fue a parar a Alejandría) aunque no hizo el mismo fin que Sócrates. ¡Siempre en nombre de la religión! Dicen que se conserva de él un tratado en que habla de la grandeza del sol y de la luna, y de su distancia.
Más tarde vinieron otros. Y en fin Estrabón (Estrabon), de Capadocia, en tiempo de a. César, geógrafo insigne y cuyo nombre es tan conocido.
El último digno de mención es Cl. Tolomeo, egipcio hacia mediados del siglo 2.°, geógrafo, astrónomo y cronólogo, dejó una cronología manual, reglas manuales de cronología.
Por unir los profesores de la misma ciencia, y por ser alejandrinos o haberse dado a conocer en Alejandría, he comprendido en la lista o época de este nombre a todos ellos.