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lunes, 26 de abril de 2021

V. Siglos intermedios.

V.

Siglos intermedios.

Homéridas: Rapsodos: Cíclicos: Gnómicos: Sofos o Sabios.
¿Qué hicieron los griegos en los largos cuatro siglos y medio que corrieron desde Homero hasta Solon, o sea entre esta época y la clásica?
Oír y pagar muy bien y con gusto a todo el que les recitaba o cantaba algo de Homero, sin pensar ningún ingenio en hacer más ni otro tanto porque ni lo creían posible, ni se lo estimaran, ni aun fuera escuchado, satisfaciendo a todos de todos modos, y con razón, lo que de aquel podían haber fuese poco o mucho.
Mas en la Jonia dicen que se formó una como escuela de aoidos, (cantores, poetas), que se miraban como los herederos de los poemas de Homero y aun continuadores de su espíritu, a quienes llaman Homéridas, atribuyéndoseles generalmente los himnos que suelen imprimirse después de la Odisea, y el poemita de la Batracomiomaquia.
Otros procedentes sin duda de la misma escuela en un principio se andaban por los pueblos en las fiestas y reuniones generales, en los convites y funciones de los poderosos, en los juegos públicos y ceremonias solemnes cantando los poemas de Homero, cuyo uso o costumbre de necesidad, de gusto y de gloria nacional fue de todos los tiempos, siglos, épocas y circunstancias, (Ya se ha dicho que Hiparco mandó que se cantasen en la fiesta principal de los atenienses que eran las Panateneas) manteniendo a infinitos de ellos esta profesión alegre y holgazana, y habiendo llegado a los últimos tiempos, como insinuamos y es de ver en el Banquete de Jenofonte y en los Memorables. Y porque unían y juntaban trozos de aquellos poemas para tener más que cantar, se les llamó rapsodos y rapsodistas (zurcidores de cantos); y de aquí la equivocación de haber andado sueltos los poemas de Homero.
Solían tener, según Píndaro, algunos preludios o invocaciones poéticas a Júpiter para dar principio y solemnidad a su canto. Pues si bien lo dice de los homéridas, es también aplicable a estos, siendo quizá todos unos en un principio. Tomaban regularmente una rama de laurel en la mano (rabdos) para cantar, (rabdodos) lo que algunos, entre ellos Boileau, han equivocado con rapsodos, tomando de rabdos (malamente) esta palabra.
Dicen que en la Beocia dejó también Hesíodo otra escuela de aoidos, de la cual salió Píndaro. Y es de creer, pues se sabe que allí hubo siempre certámenes públicos de poesía.
Mas ni los unos ni los otros cayeron en la temeridad de componer poemas de las cosas de la guerra de Troya; y hubieron de venir otros menos desconfiados que se atrevieron a componerlos de lo que Homero se dejó por cantar: es decir desde los huevos de la fácil Leda hasta la vuelta de los griegos a sus casas, unos unas partes, otros otras, formando un círculo (ciclo) de todos aquellos hechos, y de ahí (dicen) el llamarlos poetas cíclicos. Nada se conserva de ellos, aunque se cree que lo aprovecharon los poetas que más
adelante vendrán en la época bizantina; y los nombres de algunos, como Aretino de Mileto, Lesques de Lesbos, Estásino de Chipre, y algún otro.
Pero antes de la grande época siguiente hubo poetas gnómicos (sentenciosos); y aunque no hay causas conocidas de la inclinación a este género, bien podemos conjeturar alguna, siendo ya después la imitación y el gusto dominante quien lo continuó hasta los sofos o sabios que también los más fueron poetas, y hasta los líricos.
Ya se entiende que para sacar a los hombres de un estado sin inspiración ninguna eficaz y determinada, ha de sobrevenir algún acontecimiento extraordinario: y quizá fue la famosa guerra segunda de Mesenia en que el poeta Tirteo, dado para ser el consejo de ella a los lacedemonios por los atenienses de orden del oráculo, y sufridas primero una o dos derrotas, animó a los lacedemonios con sus versos y ganaron una gran victoria contra los mesenios, lo cual hizo mucho ruido y se celebró en toda la Grecia. Después publicó cinco libros de versos (en metro elegíaco) de las cosas de la guerra, que se han perdido, no conservándose sino poco más de cien versos (112) en dos o tres fragmentos. Pues bien: estos versos debieron leerse con entusiasmo por todos los griegos por la ocasión a que se debieron; y como también son gnómicos en parte y en cierto sentido, naturalmente debieron excitar la emulación de otros poetas, y de aquí el gusto y la afición a este género poco después, como hemos dicho, pasando a ser morales simplemente los que nacidos en el campo de batalla habían sido principalmente guerreros.

Mimnermo, de Colofon, o según otros, de Mileto, no pensó de joven sino en amores y diversiones: al acercarse la vejez lloró la brevedad de la vida, la ignorancia del hombre acerca del bien y del mal; &c. No llegan a 50 los versos que se han conservado. Floreció entre las olimp. 38 y 45. Pero los más célebres son los dos siguientes.

Teógnides, natural de Megara, floreció en la olimp. 55 y compuso varias obras o más bien epístolas morales que dirige a diferentes amigos, formando entre todos sus fragmentos uno como poema (que no lo es) de 1240 versos elegíacos.

Focílides, de Mileto y del mismo tiempo, usó el verso exámetro, y quedan muy pocos. En un fragmento de ocho versos hace venir a las mujeres de una perra, de una abeja, de una jabalina y de una yegua, dándoles las cualidades de estos animales.
Mas no quieren que sea suyo el poema Noutético (moral) de 218 versos heroicos (traducido por nuestro Quevedo) porque habla de la esperanza de una resurrección parecida a la del dogma cristiano, y sin otra razón lo creen otros del 2.° y 3.° siglo de la iglesia. Yo sin embargo lo creo del tiempo de aquellos gnómicos por la poesía, y porque el dogma de la resurrección era mucho más antiguo y conocido en el oriente. Diógenes Laercio asegura que el historiador Teopompo lo atribuye a los magos de Caldea, diciendo que según ellos resucitarán los hombres y serán inmortales. Con que si este era el tropiezo, ya se ha quitado. Ya podemos creer de Focílides el poema que lleva su nombre; ya lo podemos creer tan antiguo y del tiempo de estos poetas. Mucho se parece su doctrina a la nuestra; pero también hay errores que no caben en ella. Y Pitágoras o el autor de los Versos de oro, y otros antiguos han hablado como él en muchas cosas.

Pitágoras. Se le atribuye un fragmento de 70 hexámetros que llaman versos de oro por la excelencia de su doctrina; en que después de muchos y buenos preceptos, promete al justo el cielo y la inmortalidad.
Se duda que sean suyos, pero no todos los antiguos dudaron. Floreció en la olimp. 60.
Su doctrina, como filósofo se puede ver en Laercio, y aun mejor en sus discípulos (citados al hablar de los dialectos). Mas para el error tan antiguo y general de su abstinencia de carnes y de ciertas legumbres véase a a. Gelio lib. IV, cap. XI
¡Cómo gustamos de aplicar o de creer lo ridículo en todo hombre que vale más que nosotros! Por fin notaremos que él fue el primero que se llamó filósofo, (amante de la sabiduría), en vez de sabio, como antes se llamaban; y que fundó la escuela itálica en Crotona, aunque natural de Samos.

Calino, de Efeso, nos dejó por el mismo tiempo un hermoso fragmento imitando a Tirteo, hallándose los milesios en guerra con los persas.

Los Sofos o Sabios fueron Tales, Solon, Quilon, Pítaco, Bias, Cleóbulo, Periandro, Anacarsis, Mison, Epiménides y Ferécides que aun fue maestro de Pitágoras. Los siete primeros son los que llevan el título de sabios como por excelencia, y fueron contemporáneos habiendo nacido Tales en la olimp. 35, 1.° (fundador, como se sabe, de la escuela jónica), y Solon en la misma 3.° y dado leyes a los atenienses en la 46.
a Tales oyó Anaximandro; a este Anaxímenes; a este Anaxágoras; a este Arquelao; a este Sócrates que nació el año 4.° de la olimp. 77, y aun recibió alguna lección de Anaxágoras. En Arquelao acabó el estudio (casi exclusivo) de la filosofía natural, es decir, de la naturaleza, profesando Sócrates la moral y continuando ya en las escuelas que de su discípulos se formaron muy pronto.

Solon. El mejor ciudadano de Atenas, legislador prudentísimo, sabio sin ostentación, hombre sin tacha, de tanto celo y valor que se fingió loco para hablar a los atenienses de la isla de Salamina y excitarlos a la empresa de recobrarla, por estar prohibido bajo pena
de la vida el proponerlo. Instituyó (reformó quizá) el consejo o tribunal del Areópago. Como poeta gnómico o moral compuso muchos versos dando consejos a los atenienses, a los magistrados, una elogía sobre Salamina, y otras cosas; de que solo nos han llegado algunos muy cortos fragmentos. Viajó por el Asia, y según Heródoto estuvo en la corte de Creso. Añaden que fundó la ciudad de Solos en Cilicia.
Continuaron después otros poetas escribiendo gnomas (sentencias y avisos) para el pueblo, para sus amigos, como el citado Teógnides, y luego otros, siendo los más conocidos Naumaquio, Lino y Riano. (Este ya en tiempo de los Tolomeos de Egipto). El primero en un poemita de 73 versos recomienda a las doncellas la virginidad, y les da consejos y reglas si pasan al estado de casadas. Todo muy bien, todo dicho con fácil elegancia. Y no son inferiores los 21 versos de Riano sobre la ciega vanidad de los hombres. De Lino aun es menos lo que se conserva.
Finalmente fue también poeta gnómico el famoso Cricias, uno de los treinta tiranos de Atenas, el presidente de ellos. Se conserva muy poco; así como de otros muchos que se entregaron al desahogo y a la vanidad de enseñar a otros lo que tal vez ellos no hacían.
Jenófanes, Parménides, Empédocles compusieron poemas dogmático – filosóficos, o sea de las cosas de la naturaleza, que no nos han llegado; pero de que se aprovechó dicen el gran Lucrecio. También se añade que no era grande su mérito. (Ol. 60-80). Yo no creo que Lucrecio tomase nada de estos poetas sino en alguna muy menuda parte, pues en el libro I los cita y refuta sus sistemas de la creación ú origen de las cosas.
Diógenes Laercio trae unos veinte versos de Empédocles, compuestos ya cuando estaba perdido de la manía de hacerse adorar por Dios, pasando a ella del respeto conque le miraban los pueblos.